En el marco de la celebración del Día Marítimo Mundial, que se celebró el 25 de septiembre, la Organización Marítima Internacional (OMI) nos convocó bajo un lema que nos interpela directamente: «Nuestro océano, nuestra obligación, nuestra oportunidad».
Mi intención es enfocarme en la segunda parte de esta frase: «Nuestra obligación», analizándola desde la perspectiva de la seguridad, y el desarrollo sostenible de Uruguay como nación marítima.
El origen de nuestra obligación: el por qué de la cuestión
El océano es un lugar oscuro, misterioso y peligroso, donde las personas no pueden, ni quieren, vivir de manera normal. Y cuando hablo de personas, tengo que excluir a los marinos, ya que varios autores afirman que no pertenecemos a esa categoría. Entonces ¿por qué tenemos esta responsabilidad con el océano? La respuesta radica en la profunda conexión que tenemos con él.
Es incuestionable que el océano es el espacio ambiental más grande que existe. El mar regula el clima del planeta y nos ayuda a medir su salud.
La vida humana se inició en los océanos, y desde entonces estos la dominan. Es crucial para nuestra forma de vida y nuestra supervivencia como especie.
La razón por la cual los océanos son tan importantes para nosotros se fundamenta en el aprovechamiento que le damos a los cinco atributos del mar. El reconocido académico marítimo Geoffrey Till define el mar como recurso.
En todo el mundo, desde hace decenas de miles de años, el ser humano ha tomado alimentos del mar, que le aportan proteínas y ácidos grasos, y son muy beneficiosos para la salud y para el cerebro.
El mar, como fuente de recursos, ha sido y es crucial para el desarrollo de la humanidad (representa el 20% de la proteína consumida a diario). Eso, sin mencionar otros recursos de más reciente explotación como son los energéticos, que también han cobrado una relevancia central en nuestras vidas.
El mar como medio de transporte e intercambio
Es más rápido, económico y seguro viajar y enviar mercancías por mar, o río, que por tierra o aire. Prácticamente, no existe nada que el transporte marítimo no pueda llevar, lo que alienta y estimula la expansión del comercio. No es casualidad que los mayores polos industriales mundiales se encuentren próximos al mar. Relacionado a esto, históricamente se ha podido percibir beneficios enormes del comercio marítimo, a pesar de las pérdidas que sus riesgos conllevan.
El mar como medio de comunicación y difusión de ideas
El comercio y la exploración marítima, y el intercambio, consciente o inconsciente de ideas e información, son inseparables. Es impensable que un comerciante europeo haya estado en Asia, y no haya descubierto artes, conceptos o recursos nuevos, para aplicar en sus tierras, o no haya visto la oportunidad de promocionar algo propio que los locales pudiesen necesitar. También, las ideas religiosas encontraron en el mar un aliado enorme para expandir sus enseñanzas (cristianismo en América y Asia, por ejemplo). El mar ha sido y será un medio para compartir y obtener información.
El mar como un dominio donde se ejerce soberanía
Muchos imperios de la historia han demostrado que el mar es una autopista estratégica por la cual un grupo de personas puede llegar a dominar los asuntos de otras. Romanos, vikingos, españoles, portugueses, holandeses e ingleses, son claros ejemplos de esto. La actual potencia hegemónica tiene siete flotas desplegadas de forma permanente por el mundo. El mar puede ser utilizado, por aquellos que pueden, para alcanzar sus intereses a pesar de otros.
El mar como un medio ambiente que debemos proteger
Aunque los humanos seamos criaturas terrestres, que respiremos aire y nos guste el sol, la vida comenzó en los océanos y está determinada por éstos en gran medida. Las corrientes contribuyen a regular el clima. El mar frena y oculta los efectos del calentamiento global. El nivel del mar, los arrecifes y la masa de peces actúa como “barómetro” de la salud fisiológica del planeta. Las profundidades del océano pueden resultar cruciales para comprender y asegurar nuestro futuro (hace poco concluyó la expedición Sub200). Si comprendemos esto, no habría razón para dañarlo con nuestras actividades.
En el caso de nuestro país, la forma en que pretendemos utilizar el mar podría traducirse directamente en nuestros intereses marítimos nacionales, que son aquellas cosas a las que nuestra sociedad le encuentra valor relevante dentro del ámbito marítimo.
Todos estos intereses son fuente de poder y de desarrollo para nuestra Nación.
Sin embargo, en cuanto al uso del mar, la moneda tiene otra cara: los recursos pueden generar competencia o disputas entre interesados. Se han transportado muchas cosas malignas alrededor del mundo, como enfermedades mortales o especies invasoras, algunos descubrimientos han llevado al choque de civilizaciones, con pérdidas humanas lamentables.
El medio ambiente oceánico está actualmente amenazado
En relación a esta premisa, vamos a ver cómo el lema de la OMI subraya la obligación de proteger el océano frente a tres amenazas interconectadas: la contaminación marina, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.
En cuanto a la contaminación marina se dice que es la introducción de sustancias dañinas en el medio marino que afectan la salud de los ecosistemas, la fauna, la flora y las personas. En el ámbito marítimo, incluye:
- Derrames de petróleo y combustibles que dañan gravemente la vida marina.
- Desechos plásticos, desde redes de pesca hasta microplásticos que ingresan a la cadena alimentaria.
- Aguas residuales y basura vertidas ilegalmente desde buques o instalaciones costeras.
- Emisiones atmosféricas como óxidos de azufre y nitrógeno que contribuyen a la acidificación del océano.
- Contaminación química por productos peligrosos transportados o vertidos accidentalmente.
Cuando hablamos de pérdida de biodiversidad, nos referimos a la alarmante reducción en la variedad de especies marinas, causada por la sobrepesca, la contaminación por plásticos, hidrocarburos y especies invasoras. La debilitación de los ecosistemas naturales hace que sus especies sean más vulnerables ante cualquier perturbación.
Por su parte, el cambio climático afecta a nuestros océanos a través del aumento de la temperatura, que altera los hábitats marinos, la acidificación causada por la absorción de CO₂ y la elevación del nivel del mar. Esto nos obliga a reconocer que el transporte marítimo, como motor del comercio global, y los buques militares, debemos asumir la responsabilidad en la reducción de emisiones, al igual que cada uno de nosotros debemos meditar sobre nuestros hábitos y cómo estos afectan al planeta.
Por lo tanto, proteger el océano, además de una responsabilidad, es una oportunidad para innovar, para colaborar y para asegurar un futuro sostenible. La verdadera obligación surge porque todas las actividades que implican la explotación de las oportunidades que nos ofrecen los océanos, son al mismo tiempo, las que los pueden poner en peligro si las hacemos sin consciencia.
¿Cómo podemos cumplir con esta obligación?
La respuesta está en el trabajo conjunto de todos los actores del ámbito marítimo, donde la Armada Nacional desempeña un papel relevante como autoridad marítima nacional. Para ello, además de todas las tareas que cumple diariamente, sería interesante desarrollar tres herramientas conceptuales que son esenciales para la buena gestión de nuestro ámbito marítimo:
En primer lugar, el conocimiento del dominio marítimo (CDM). Este concepto se refiere a la comprensión integral de cualquier elemento asociado con el entorno marítimo que podría afectar nuestra seguridad y economía, ya sea infraestructura, personas, carga o buques. El CDM nos da una visión primaria de lo que ocurre en nuestro territorio marítimo, abarcando toda actividad que se desarrolla en él o se vincula a él. Sería la base sobre la cual se construye toda nuestra capacidad de respuesta.
En segundo lugar, la gobernanza marítima. Como bien se ha definido, tiene una faceta nacional y otra internacional. Requiere la coordinación y actuación de todos los organismos competentes y los actores interesados para reducir interferencias y compatibilizar intereses. Si la gobernanza es deficiente, sus efectos negativos se sienten transversalmente en todas las actividades. Es, en esencia, el marco legal y de cooperación que nos permite ejercer el CDM de manera efectiva.
Finalmente, la conciencia marítima. Este es el conocimiento y la comprensión responsable de la sociedad sobre la relevancia de nuestros intereses marítimos. Es un efecto multiplicador que aporta la fuerza intelectual para visualizar las oportunidades que el mar nos brinda e impulsa la voluntad para su aprovechamiento. La conciencia marítima es el objetivo final: una sociedad que no solo comprende sus obligaciones, sino que se apropia de ellas, impulsando así el desarrollo sostenible del poder marítimo del Estado.
Es en esta dirección que la Escuela de Guerra Naval desarrollará, en 2026, la tercera edición de la Maestría Profesional en Asuntos Marítimos, consolidando el compromiso institucional con la formación académica y la generación de conocimiento estratégico sobre el ámbito marítimo nacional.
A modo de conclusión, afirmamos que el lema de la OMI es un llamado a la acción.
Nuestra obligación con los océanos es un compromiso estratégico, que se fundamenta en una verdadera conciencia marítima nacional, se materializa a través de una sólida gobernanza marítima y se potencia con el conocimiento de nuestro dominio marítimo.
En este contexto, doy fe que la Armada Nacional reafirma su compromiso con la protección de nuestros océanos y la seguridad en los espacios marítimos. Y que estamos listos para cooperar y coordinar con todos los actores, desde el ámbito político y estatal, hasta el sector privado, la comunidad científica y la academia.
Existe un futuro en el que los océanos serán una fuente continua de oportunidades para el desarrollo y la prosperidad de Uruguay.
Para nuestros hijos y nuestros nietos. Para lograr este futuro, nuestra obligación es ¡trabajar todos juntos!
Sobre el columnista
Sebastián Landin. CF (CG), estudiante del Curso de Estado Mayor Naval