Mientras estamos redactando este artículo llevamos ochenta y seis días desde que se inició el conflicto en la flota pesquera costera (27 de mayo) y cincuenta días desde que se sumaron los barcos de altura (2 de julio).
Hay consenso en cuanto a la duración del conflicto, pero las cifras que involucra, tales como las pérdidas que ocasiona, varían según la fuente que las proporciona y sus intereses.
Algunas cifras del conflicto
Si bien hay en total 33 barcos que tienen permisos de categoría B y están afectados a la pesca costera, serían 28 los que estarían directamente implicados en el inicio del conflicto, ya que son aquellos que operan a la pareja y tienen solo un patrón en cada barco. También corresponde tener en cuenta que cuando comenzó el conflicto no estaba trabajando toda la flota. En efecto, desde el año 2024, cuando se firmaron los convenios, hay un promedio de 15 buques con cierta inactividad por diferentes motivos.
La mayoría de los barcos costeros llevan nueve tripulantes: un patrón de pesca, un maquinista, un contramaestre, un marinero/cocinero que trabaja en cubierta parte de la jornada, cuatro marineros y un grumete (aprendiz de pesca). Un par de barcos de esta flota tienen un marinero más, alcanzando los diez tripulantes. De los 33 barcos hay cinco, llamados atípicos, cuya tripulación promedio es de catorce personas incluyendo dos patrones de pesca. Sin embargo, estos buques han navegado muy poco últimamente.
Tomando en consideración que no todos los barcos están trabajando de forma continua, podríamos decir que el conflicto involucra en la flota costera a unos 300-350 tripulantes. Esta flota es la que suministra materia prima a las plantas pesqueras, por lo cual su detención provocó una paralización en las plantas. En este sector el número de operarios es difícil de calcular ya que existe una gran cantidad de trabajadores zafrales y otros que realizan trabajos por cuenta de terceros (cuadrillas). Sumando todas las plantas que aún subsisten, se puede calcular en alrededor de 2.000 el número de trabajadores afectados por este conflicto.
No menor es el conjunto de personas afectadas indirectamente por su vinculación con tareas asociadas a la pesca, tales como carga y descarga, reparaciones navales, mantenimiento de equipos, servicios profesionales, aprovisionamiento de buques, reparación y confección de redes, fabricación y suministro de hielo, puestos de venta de pescado, etc.
En cuanto a las pérdidas de exportaciones derivadas del actual conflicto, una comparación con lo exportado en los meses de zafra -mayo a agosto- en los años 2023-2025, arrojaría que las mismas estarían en el entorno de los US$ 25 millones, una cifra inferior a la que se ha manejado públicamente.
Por otra parte, de los 15 barcos de altura que fueron alcanzados por el conflicto desde el 2 de julio, trece de ellos se dirigen a la merluza y dos al cangrejo rojo. Esta flota, por sus características, suele tener tripulaciones más numerosas. Se estima que los merluceros emplean unos 350 trabajadores y los cangrejeros unos 70, totalizando alrededor de 420 tripulantes. Es importante destacar que al menos cuatro barcos merluceros no han faenado en lo que va de 2025.
Estas cifras dan cuenta de la magnitud del conflicto y, más allá de las diferencias con otras publicadas en estos días, reflejan parte del impacto social y económico para nuestro país.
Tenemos que entender que detrás de estos datos se encuentran familias enteras que pierden ingresos fundamentales y a cuyos jefes de hogar, tanto hombres como mujeres, en la mayoría de los casos no les es posible reconvertirse ni lograr ayudas o derechos a un seguro laboral. También hay empresas que han trabajado para obtener mercados y que en muchos casos los van a perder a corto y mediano plazo, a lo que se suman pérdidas por barcos parados que se deterioran y plantas industriales que no funcionan.
Cómo abordar un conflicto
Lo primero es reconocer que la solución de los conflictos es una tarea muy difícil y que es más difícil aún para quienes están en primera línea en las mesas de negociación.
Lo segundo es entender el significado del término “conflicto”, ya que las palabras son, o deberían ser, la vestimenta de las ideas y transmitir lo mismo para todas las personas.
Según la Real Academia Española la palabra conflicto tiene las siguientes acepciones: 1) Combate, lucha, pelea. 2) Enfrentamiento armado. 3) Apuro, situación desgraciada y de difícil salida. 4) problema, dificultad, apuro, aprieto, compromiso, ahogo, brete.
El mundo hoy se enfrenta a innumerables conflictos de diferentes dimensiones, algunos de ellos terribles y con enormes costos de vidas y de recursos para la humanidad.
Nuestro conflicto en la pesca es, en nuestra escala, un problema muy importante y requiere de una acción constructiva para solucionarlo. Algo que hasta ahora no ha sucedido sino que, por el contrario, los actores principales han colocado combustible en vez de tratar de apagar el fuego, actitud que es reflejo de nuestra sociedad y de un mundo polarizado y muy agresivo.
Un aspecto fundamental y necesario para resolver un conflicto es construir confianza entre los actores, para lo cual es esencial el diálogo y buscar todas las instancias que lo promuevan. La confianza, y volvemos a la vestimenta de las ideas… es: la esperanza firme que se tiene de alguien o algo, es certidumbre, creencia, tranquilidad, seguridad.
Pilares fundamentales de la confianza son la consideración y el respeto hacia el otro, la capacidad de escuchar al otro, oír sus opiniones y finalmente intentar comprender sus argumentos, lo cual no quiere decir estar de acuerdo.
Cuando estas condiciones no se dan, cuando las personas responsables del diálogo y de los grupos en conflicto no logran generar confianza mutua, parece claro que no son las personas más adecuadas para liderar las negociaciones.
En artículos anteriores apuntamos a la necesidad de formación/educación y las negociaciones son uno de los temas en los cuales, aunque existan condiciones personales favorables para llevarlas adelante, es muy importante adquirir una formación para alcanzar las metas que se puedan plantear. No debería perderse de vista en ningún momento que existe un objetivo común, que es la construcción de un sector pesquero robusto y que siempre debería estar presente en la resolución de los conflictos y en las negociaciones. Si los actuales representantes de las diferentes partes que están negociando no logran enfocarse en soluciones efectivas, que no solo contemplen las discrepancias y problemas puntuales sino también ese objetivo común, tal vez deberían dar un paso al costado y ceder el lugar a negociadores con miras más amplias.
Por fuera de las cámaras empresariales, los gremios y sindicatos de trabajadores y el ejecutivo a través del MGAP/Dinara, sería útil contar en el sector pesquero con otras instituciones que proporcionen ámbitos de diálogo y desarrollo específicos. Uno de los instrumentos existentes, que proviene de la ley de recursos hidrobiológicos (ley 19.175), el Consejo Consultivo de Pesca, no está siendo utilizado. Ya en el gobierno anterior (2020-2025) no se llegó a convocar ni una vez por año y en el actual, que lleva casi seis meses (marzo-agosto) aún no ha sido convocado. Sin embargo, este instrumento permitiría sentar a la misma mesa y dialogar a los principales actores del sector pesquero.
El conflicto lleva meses y los daños ya causados no se pueden evitar, pero sí es posible buscar soluciones para finalizar el mismo cuanto antes y lograr que en el futuro se logre sobrellevar las diferencias mediante un diálogo sincero y sin tratar de avasallar a la otra parte. Construir confianza mediante mecanismos de diálogo permanente, diálogo que debe de ser respetuoso, evitando agravios, tomándose el tiempo necesario para oír las posiciones de los demás grupos e intentando comprender los argumentos y situaciones deberían ser bases mínimas para abordar cualquier conflicto, en la pesca y en cualquier otra circunstancia.
El gobierno debe involucrase más en la resolución de los conflictos a pesar de eventuales costos políticos, porque tiene herramientas y capacidades para acercar a las partes.
Como hemos expresado en nuestros artículos anteriores, la pesca en nuestro país tiene una historia y un valor acumulado que en ningún caso se debe perder. Hoy, algunos de los que tienen que dar solución al conflicto han puesto más energía en presentar una propuesta de refundar el sector, que en resolver el diferendo.
Como en tantas palabras en español, refundar tiene dos acepciones: 1) Volver a fundar algo. 2) Revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptar estos a los nuevos tiempos.
Si lo que se pretende es dejar atrás toda la experiencia acumulada y la historia de trabajo de los gremios, los sindicatos, las cámaras, los profesionales, los técnicos y las políticas llevadas hasta la fecha fundando algo nuevo que no se sabe qué es, no estamos de acuerdo en que ese sea el camino.
Si, en cambio, lo que se pretende con refundar es revisar la marcha del sector y adaptar algunas situaciones a los nuevos tiempos, a través del diálogo y la construcción de confianza, coincidimos totalmente en que esa es la senda que debemos recorrer.
Sobre los columnistas
Andrés Domingo. Científico uruguayo con experiencia en gestión de pesquerías.
Santiago Díaz. Veterinario, especialista en inocuidad y tecnología de productos pesqueros.
Sergio Colo. Patrón de pesca y dirigente gremial.
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