Buque sísmico | Foto: Shearwater GeoServices
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«¿Es coherente que un país que avanzó para tener más de 80% de su matriz eléctrica en base a energías renovables, ahora arriesgue su mar para buscar petróleo?», planteó el Sindicato Único Nacional de Trabajadores del Mar y Afines (Suntma) en un comunicado.

«¿Qué sentido tiene hipotecar la biodiversidad, la pesca, el turismo y la identidad de nuestras costas por un modelo que ya se agota en el planeta?», amplió. 

La entidad gremial expresó que Uruguay ha tenido, desde hace más de una década, compromiso con la transición energética hacia fuentes renovables. Construyó un modelo basado en la soberanía energética, la reducción de emisiones y el respeto por el ambiente. 

No obstante, consideró que las prospecciones sísmicas que se proyectan en nuestras aguas no sólo contradicen ese rumbo sino que representan un «retroceso brutal», mientras el mundo avanza hacia energías limpias. 

Una «amenaza estructural»

Explicó que los buques que realizan prospecciones sísmicas lanzan bombas de sonido bajo el agua en intervalos de 8 a 20 segundos, las 24 hs., lo que genera daños irreparables. Son más de 250 decibeles (dB) cuando, según la Organización Mundial de la Salud, una persona puede tolerar hasta un máximo de 65 dB.

En los estudios sísmicos, continuó, el área afectada por el ruido puede abarcar más de 300.000 km2. Las ondas acústicas penetran el suelo marino hasta una profundidad de seis km. y los ecos reflejados son captados por sensores arrastrados por el barco, que crean mapas del subsuelo necesarios para ubicar posibles yacimientos de petróleo o gas. 

El Suntma cuestionó que para nuestro país, con una plataforma marina rica pero frágil, cuya economía costera sustenta miles de puestos de trabajo, los daños potenciales de estas actividades pueden ser «irreversibles».

La acumulación de pruebas científicas y de experiencias internacionales indica que las prospecciones sísmicas no son compatibles con un modelo de desarrollo sostenible, ni con una política de defensa de los derechos de las comunidades costeras, ni con la protección del patrimonio natural.

«Esto no es simplemente impacto ambiental, es una amenaza estructural», apuntó. 

«Disminución abrupta» de captura

Recordó que Uruguay ya realizó prospecciones sísmicas en 2012 lo que aportó impactos visibles, medibles y documentados. En ese sentido, afirmó que entre 2011 y 2019, en la Zona Común de Pesca, se registró una «disminución abrupta» de las capturas de especies clave para la pesca artesanal e industrial nacional. Citó el caso de la merluza, cuya captura en 2011 superó las 35.000 ton. y, unos años después, cayó por debajo de la mitad. 

Es la defensa del trabajo digno, de la soberanía alimentaria, de nuestra identidad y de nuestro futuro.

Agregó que, además, se constató una reducción del tamaño de los ejemplares, que afectó el precio y por consiguiente los ingresos de los trabajadores. Aseveró que las prospecciones sísmicas alteraron el comportamiento migratorio, reproductivo y alimentario de las especies, expulsándolas de sus hábitats o interrumpiendo sus ciclos biológicos. 

Peces, ballenas, tortugas, delfines, que se guían por el sonido, quedan desorientados, heridos, varados sin capacidad de huir. El zooplancton, que es imprescindible en las comunidades biológicas de los sistemas acuáticos, muere al instante, añadió. 

«El daño está probado. La protección del mas no es solo una causa ambiental: es una causa social, política y ética. Es la defensa del trabajo digno, de la soberanía alimentaria, de nuestra identidad y de nuestro futuro (…)», finalizó el Suntma.